O meu filho não lê nada! | que é ler?
Durante los más de veinte años en que estuve trabajando como maestro hubo siempre un tema que me preocupó enormemente: motivar a mis alumnas y alumnos para que leyeran. Para mí, la lectura es uno de los mayores placeres de los que se puede disfrutar. Y quería que ellos pudieran compartir esa pasión conmigo.
Así que, poco a poco, fui descubriendo técnicas, artículos, libros y compañeros que me enseñaron y dieron pistas sobre cómo romper esa frase que una vez escuché de una madre preocupada y que da título a esta serie de artículos: Mi niño no me lee nada.
Pero, antes de empezar a dar consejos, técnicas u orientaciones, quizás lo más sensato sea preguntarnos: ¿Qué es leer?
¿Qué encontrarás en este artículo?
LA LECTURA BIOLÓGICA
Como lectores habituales que somos, leer nos parece un acto leve, sin apenas desgaste energético. De hecho, muchos de nosotros leemos después de un día de trabajo para relajarnos. Nos perdemos dentro de esa maravillosa novela, repasamos el diario de turno, hojeamos aquella revista o nos zambullimos en un buen cómic. Es nuestra manera de desconectar. Incluso los más amantes de las redes sociales, se conectan a su cuenta de Twitter o de Facebook.
Y leemos. Leemos de manera continuada, constantemente, sin apenas darnos cuenta de que lo estamos haciendo. Por lo tanto, leer no debe ser nada cansado o agotador para nuestro cerebro… ¿no?
Nada más lejos de la realidad. Desde el punto de vista meramente neurológico, son millones las neuronas que deben activarse para algo tan aparentemente simple como leer una frase. Permitidme que os haga un sucinto resumen de lo que sucede en nuestro cerebro cuando leemos.
Todo empieza, como ya podíamos imaginar, en nuestros ojos. En ellos, se produce una impresionante transformación a través de la cual las luces y sombras que llegan a nuestra retina se transforman en señales eléctricas que el nervio óptico se encarga de enviar al tálamo, una parte de nuestro cerebro que se encarga de reenviar los estímulos a la zona correspondiente (entre muchas otras funciones).
De aquí, esas imágenes viajan hasta la corteza visual, en la zona occipital. Una vez allí, ésta descubre que esas señales eléctricas forman palabras y las transmite al giro angular, en el lóbulo parietal, que relacionará esas imágenes con unos sonidos determinados (integración viso-auditiva) y determinará que es una forma de comunicación de algún tipo.
Como el giro angular no se encarga de estos temas, le pasa la patata caliente al área de Wernicke (en el lóbulo temporal), que es la responsable de organizar cómo suenan esas palabras, qué significan y cómo se almacenan en la memoria.
Pero claro, con esto no basta, así que el área de Wernicke, que de sintaxis no entiende demasiado, le pide al fascículo arqueado que le repita toda esa información al área de Broca, que es la que realmente entiende todo eso de organizar palabras en frases y dotarlas de sentido. Y desde ahí se envía la orden de activación a la corteza motora para que organice la respuesta adecuada a este estímulo (esperemos que seguir moviendo los ojos para continuar leyendo).
Uffff… Agotador ¿verdad? Vaya viajecito. ¡Casi parece aquel purgatorio de Las doce pruebas de Asterix en que se las veían con la burocracia! Pues eso sucede a una velocidad endiablada una y otra vez a medida que vamos leyendo. Así que, a nivel neurológico, leer no tiene nada de sencillo. Pero, ¿y a nivel psicológico?
LA LECTURA PSICOLÓGICA
Si leer es un acto complejo desde el punto de vista de la biología, observar este proceso desde la psicología ya es como para tirar la toalla (¡no lo hagáis, que somos más hábiles de lo que os creéis!).
Lo primero que hacemos es capturar una serie de extraños trazos y empezar a interpretarlos. Anteriormente se creía que hacíamos esto de forma secuencial, una letra después de otra hasta finalizar la palabra; pero en la actualidad sabemos que lo hacemos en paralelo, captando de manera prácticamente simultánea varias de esas letras.
A partir del análisis de esos grafismos empezamos un proceso de síntesis que los une en una palabra. Y es entonces cuando se produce la magia y, como si de un maravilloso hechizo se tratara, descubrimos que esas letras juntas tienen un significado.
Aaaaaaaamigo, pero no se acaba aquí la historia. Resulta que al lado de esa palabra hay otra. Y, posiblemente, esa segunda palabra cambia completamente lo que habíamos interpretado, con lo que que hay que reelaborar el significado que habíamos generado y cambiarlo a la luz de la nueva información, que también se verá a su vez modificada al revisar la validez de los elementos anteriores del texto.
Así pues, estamos en un proceso de construcción y reconstrucción continua de informaciones y elementos que hacen que no podamos dejar de procesar una y otra vez, no sólo los contenidos nuevos, sino todos los anteriores. Y, no contentos con eso, además establecemos una dinámica de previsión de porvenir, para agilizar todo este alambicado tejemaneje y que nos genera unas expectativas que no siempre se cumplen.
Pero permitidme que intente ejemplificarlo. Veamos cómo se produce ese proceso de lectura a cámara lenta. Vamos a imaginar que estamos leyendo una nota que nos acaban de pasar…
E L
(vale, dos letras, una E y una L, ésta es fácil, el, eso quiere decir que es una única cosa y masculina, vamos bien)
EL T Í O
(tío, hombre, el hermano de mi madre, que tenía que venir de visita… ¿le habrá pasado algo? ay, ay)
EL TÍO B U E N O
(ah, no, que se refiere a un ser humano masculino atractivo. menos mal, no le ha pasado nada al tío Paco. así que hay un tío bueno, ¿eh? hombre, eso siempre está bien, ¿no?)
EL TÍO BUENO D E L A
(uy, espera, que son cuatro letras pero me parece que son dos palabras. dela no significada nada, estoy corriendo demasiado. debe ser “de la”. vale, esto de leer no es tan difícil)
EL TÍO BUENO DE LA B A R R A
(de acuerdo, el tío bueno de la barra, no voy a levantar la vista, pero si dice de la barra debe ser que hay más de un tío bueno por aquí. siempre es bueno saberlo)
EL TÍO BUENO DE LA BARRA T E
(el tío bueno de la barra te… ¿me qué? ¿eh? ¿me debe dinero? ¿me va a atracar? ay, que esto de leer es un sinvivir)
EL TÍO BUENO DE LA BARRA TE M I R A
(¡me mira! ¡ya he ligado! si es que no me extraña, con este tipín que tengo y con el pedazo de look que llevo, ¿cómo no iba a ligar?)
EL TÍO BUENO DE LA BARRA TE MIRA C O N
(¿me mira con? ¿con qué? ¿cómo me mira? con amor, seguro. o con pasión devoradora, como en las novelas esas de Danielle Steel. a ver, Wernicke, Broca y demás señores con nombres raros, ¿queréis espabilar que esto es un ansia viva?)
EL TÍO BUENO DE LA BARRA TE MIRA CON A S C O
(asco… ¡¿con asco?! pero ¿qué se habrá creído el mameluco ese? ¡ni que fuera George Clooney! en fin, mi gozo en un pozo, y yo que por un momento pensé que había ligado…)
Espero que me disculpéis la tontería, pero creo que ejemplifica bien cómo el proceso de lectura es largo y complejo y que esa previsión del porvenir y la reelaboración continua de significados a medida que avanzamos por el texto es lo que en múltiples ocasiones nos lleva a equivocarnos al leer un texto.
Pensadlo la próxima vez antes de decirle a alguien que se inventa palabras cuando lee. Os lo digo desde el cariño, pero es que no os podéis imaginar cuantas veces he oído esa frase en boca de padres/madres, docentes, profes particulares…
Pero, para concluir este primer artículo, veamos cómo leemos desde un punto de vista emocional. De esta manera, podremos observar este maravilloso fenómeno cultural que es la lectura desde todos los ámbitos significativos del proceso.
LA LECTURA EMOCIONAL
Las emociones están presentes en todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida. Somos seres emocionales y, en la lectura, no podemos dejar de lado este aspecto.
Si os parece bien, para comentar esta visión del proceso lector me centraré sobre todo en la narrativa, que es donde se puede observar de manera más clara, aunque os aseguro que también se producen los fenómenos emocionales al leer ensayo, reportajes, críticas… ¡Y qué decir de la poesía! A los aficionados a ella no os tengo que convencer de nada.
Cuando leemos, aparecen toda una serie de informaciones que sacuden nuestros centros emocionales y sentimentales. Todos nos hemos indignado leyendo la noticia de un delito, nos hemos apesadumbrado al conocer determinados hechos históricos o nos ha embargado la alegría al recibir un mensaje que nos anunciaba un nacimiento o un acontecimiento feliz. La reacción emocional a lo que leemos es algo que todos tenemos claro. Pero es quizás en el relato, en la narrativa, donde con mayor profundidad se desatan nuestras emociones.
Cuando estamos inmersos en una novela, se produce un emocionante proceso empático. Nos identificamos con el personaje. Nos acercamos a su psique y, durante un rato, sentimos que lo que le sucede a él o ella forma parte de nuestra experiencia vital. En la mayoría de los casos eso sucede con el protagonista (ah, esos taimados escritores que saben muy bien qué cuerdas pulsar en la guitarra de nuestra alma), pero no tiene por qué ser así.
En ocasiones, es un secundario o incluso el villano de la obra quien nos hace vibrar. Recuerdo que, leyendo los libros de Harry Potter, jamás me sentí particularmente conectado con el protagonista. Ah, pero Ron Weasley era otra cosa. Y Hermione, claro. Con ellos sí que me sentía en sintonía. Esa conexión depende principalmente de nuestras vivencias personales, de nuestros gustos, simpatías, antipatías y de muchos otros aspectos que no vamos a ponernos a desgranar aquí.
Al identificarnos con el personaje, se produce simultáneamente una proyección de nuestro ser hacia él o ella. Empezamos a prever sus acciones y reacciones, e incluso llegamos a enfadarnos cuando no cumple nuestras expectativas y frustra nuestros deseos. ¡Pero, por favor, Roxanne, cómo no eres capaz de ver el amor de Cyrano!
Así, con ese proceso de identificación y proyección aparece la atracción hacia unos personajes y la aversión hacia otros. Entonces hablamos de que nos hemos enamorado de ese bonachón de Samsagaz. O de la pena que nos da que Miles Vorkosigan no consiga entrar en la Academia de Barrayar. Y de la tirria que nos da como trata Tywin al pobre Tyrion.
Empezamos a vivirlos, mientras estamos leyendo, como si de personas reales se trataran. Y, así, en cierta manera, nos relacionamos con ellos de una manera muy directa y nos provocan emociones y sentimientos.
Por eso nos cambia la lectura. Esa relación tan estrecha con esos personajes provoca en nosotros reacciones de afirmación de nuestra propia persona y nos enfrenta a aspectos de nosotros mismos que, en muchas ocasiones, ni siquiera nos habíamos planteado. Y maduramos, nos reinventamos, nos adaptamos. En definitiva, crecemos. Y crecer emocionalmente siempre es un proceso arduo y que consume energía.
CONCLUSIÓN
Espero, queridos lectores y lectoras, haber podido transmitiros a través de este artículo la complejidad y desgaste energético que supone el proceso lector y al mismo tiempo daros una sucinta visión que os permita entender un poco mejor qué significa el hecho de leer.
He querido con ello acercaros, ni que sea levemente, a la dificultad que supone el proceso, para así poder comprender mejor la montaña que puede suponer para alguien el sentarse delante del libro e intentar desentrañar su significado.
El próximo artículo, si tenéis a bien seguir (y esta maravillosa gente de BaM! no decide echarme con cajas destempladas después de leer el primero), tratará sobre por qué, con el agotamiento que parece que supone, decidimos leer. Y poco a poco nos iremos adentrando, en sucesivos escritos, no en cómo conseguir que lean, sino en cómo lograr que quieran leer.
¡Nos leemos!
Referência:
Article title: | Mi niño no me lee nada I: ¿Qué es leer? | BaM! |
Website title: | BaM! |
URL: | https://bebeamordor.com/2019/09/04/mi-nino-no-lee-proceso-lector/ |