Seg | 14.06.10
Literatura sul africana
Outro artigo do Babelia sobre a literatura do país onde decorre o mundial de futebol, a África do Sul, e que já conta com dois escritores prémio Nobel.
La culpa es buena materia prima para un novelista. Como también lo son la traición, la identidad, el perdón, el odio y el choque de civilizaciones, temas que florecen en el paisaje sudafricano y han dado fruto literario abundante y de calidad, dos premios Nobel incluidos.
Ambos, Nadine Gordimer y J. M. Coetzee, han surgido del 15% de la población que es de raza blanca (actualmente unos seis millones de personas), igual que otros dos que han logrado un impacto global, André Brink y Alan Paton. Los escritores negros se han destacado más en la poesía que en la novela, y su obra pocas veces ha llegado más allá de las fronteras de su país. La explicación -o una de ellas- es sencilla. El apartheid, el sistema de discriminación racial más burdo del siglo XX, tuvo como objetivo exterminar la dignidad y la capacidad de competir en el mercado laboral de la mayoría negra. A los negros se les dio una educación escolar deliberadamente inferior a la de los blancos. La supervivencia fue el reto de la mayor parte de los sudafricanos negros; los más brillantes se dedicaron no a la introspección literaria, sino a la liberación política.
Para la casi totalidad de los blancos, que hasta la caída del apartheid en 1994 gozaron de quizá la mejor calidad de vida de cualquier sociedad del mundo, este no era mayor tema de preocupación. No se detuvieron a reflexionar sobre la espectacular injusticia sin la que su paraíso africano dejaría de existir. Pero hubo un sector que sí se enfrentó al dilema moral y tuvo la valentía de hacer elecciones difíciles, de cuestionar la tradición de racismo fácil y feliz heredado de sus padres, transmitido de generación en generación desde la llegada de los primeros colonos europeos en 1652. De este grupo, algunos se exiliaron en Inglaterra o Estados Unidos o Australia; algunos se incorporaron a la lucha contra el apartheid, sufriendo en muchos casos las brutales secuelas del aparato represivo estatal; algunos optaron por el periodismo militante o por ser abogados defensores de los derechos humanos; y unos pocos a escribir novelas. (...)